La Ministra de Relaciones Exteriores, Janaina Tewaney Mencomo, participó en la Sesión Ordinaria del Mes de Agosto de la Sociedad Bolivariana, celebrada en torno al Día Internacional de los Afrodescendientes, que se conmemora hoy por tercera vez, debido a que fue proclamado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en el año 2020.

Durante su intervención, la canciller Tewaney expresó que: “ponderar el pensamiento de un hombre nacido hace 24 décadas a la luz de una fecha reconocida hace escasos tres años sería, hasta para el hombre en cuestión, una empresa difícil. Para mí, una canciller panameña, latinoamericana y bolivariana en uno de los periodos más tumultuosos e inciertos de la historia humana, es un ejercicio del más alto nivel intelectual”.

Tewaney Mencomo prosiguió su discurso partiendo de la influencia africana que acompañó siempre al Libertador (Simón Bolivar). “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y América que una emanación de Europa”, dijo Bolivar en el Congreso de Angostura de 1819, exhibiendo una interculturalidad demográfica que, para algunos, constituye el origen del término “afrodescendiente”.

La jefa de la diplomacia panameña hizo alusión a que Simón Bolívar pertenecía a la élite criolla: español de sangre, pero nacido en el continente. Como toda élite, la disposición general de su clase era mantener sus privilegios. Y eso pasaba, en cualquier caso, por impedir el dominio de los mestizos, los negros y los indígenas. En este sentido, realizó un concreto énfasis en los afrodescendientes en el hemisferio occidental: Haití.

Por un lado, mencionó que Haití fue no solo el benefactor crucial de Bolívar, sino también un proyecto político ejemplar, reconocido por él mismo ante el Congreso de Bolivia en 1826 como “la República más democrática del mundo”. Por otro lado, tenemos que reconocer que Haití era mucho más que eso. Como toda revolución, antes y después, también suponía una amenaza a los órdenes establecidos en todas las sociedades del hemisferio, y quizá más allá. A esto, Bolívar lo llamó “la idea de Haití”.

En este orden de ideas, la canciller manifestó que el conflicto racial continental como problema hispanoamericano es real, y reiteró que no hay ninguna duda de que el Libertador buscaba, en efecto, “fundar una república de ciudadanos iguales ante la ley”, pero la discriminación por motivos étnicos o raciales en América Latina siempre ha tenido una base predominantemente socioeconómica.

Por ende, y muy relacionado a esto, expresó que nuestros mitos nacionales, en general, no están correlacionados fuertemente con características físicas. Para ser panameño, por ejemplo, no hay que ser blanco o negro o indígena, chino o árabe, indio o griego. Esto tiene una consecuencia muy importante: la xenofobia latinoamericana, cuando se da, no suele tener componentes raciales.

Posteriormente, emitió que: “nada de esto implica que en nuestro continente no haya existido el racismo, leyes y líderes racistas -incluyendo a Panamá-, o que no existan racistas aún hoy en día, por increíble que parezca. Los hay, y por eso iniciativas como el Día del Afrodescendiente, y lo que de ellas se deriva en el reenfoque en la historia haitiana y africana, la reconsideración y exaltación de los aportes afrodescendientes a nuestras sociedades, son tan importantes”.

La canciller culminó su ponencia mediante un análisis muy poderoso y esperanzador: “si la discriminación a los afrodescendientes en Latinoamérica es principalmente socioeconómica, entonces su erradicación va de la mano con la erradicación de la desigualdad, lo que el Presidente Cortizo ha llamado “la sexta frontera”. Solo así, derribando esa frontera de desigualdades estructurales que atraviesa Panamá, podremos avanzar hacia una sociedad verdaderamente igualitaria e inclusiva, tal como lo soñó el Libertador”.