[SALUDO PROTOCOLAR]
Su Excelencia, Juan Fernandez Trigo, Secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Europea y Cooperación de España
Su Excelencia, Izabela Matusz, Embajadora de la Unión Europea en Panamá
Honorable Señor, Rubén Farje, Representante de la OEA
Distinguidos panelistas, periodistas, invitados especiales y amigos todos.
Señores,
Primeramente, permítanme darles la bienvenida a la casa de la diplomacia panameña y agradecerles a todos por su presencia en el marco del Foro Internacional sobre Democracia y Libertad de Expresión que, celebramos con el objetivo de explorar los desafíos y también oportunidades de la libertad de expresión y su relación con la salud de la democracia.
Vivimos tiempos inciertos. Soplan vientos que parecen augurar un huracán de cambios profundos a nivel regional, hemisférico y global. Cambios que ya están impactando la vida política, económica, social y cultural de nuestras sociedades. En un mundo en plena redefinición, ¿dónde quedan los principios sobre los que hemos construido tanto, incluyendo nuestra propia identidad política, intelectual, nacional? ¿En el mundo de las redes sociales, TikTok, los fake news, los deep fakes y ahora ChatGPT, dónde queda la libertad de expresión?
En ese sentido, permítanme referirme a tres temas que considero esenciales para mantener la salud de la democracia a través del estudio, la defensa y el fortalecimiento de la libertad de expresión.
En primer lugar, quiero destacar la esencialidad de un diálogo respetuoso, ético y tolerante entre quienes tienen la responsabilidad de informar a la ciudadanía sobre los hechos que ocurren en el país y el mundo, y los gobernantes y dirigentes políticos que, en un momento dado, administramos el gobierno y, con ello, los intereses y los recursos públicos de todos los ciudadanos.
En un mundo en el que solo un clic o un tap nos separa de un verdadero universo de información, es evidente que también existen individuos y medios de comunicación que operan al margen del periodismo serio, objetivo y responsable, distorsionando la veracidad de algunos hechos y la naturaleza virtuosa del ejercicio periodístico. Si el mundo de ayer, creíamos, tenía un problema de escasez de información, si decíamos que “si todos tuvieran acceso a información el mundo cambiaría para mejor”, es evidente que el mundo de hoy atraviesa una crisis de calidad de información: ¿cómo navegar este océano aparentemente infinito de texto, imágenes y videos? ¿Cómo evitar los echo chambers, las teorías de la conspiración, los fake news, los bots, los trolls, y tantas otras amenazas que están aquí (en el teléfono), al otro lado de esta pantalla? Nos encontramos, todos, frente a la necesidad de promover espacios de diálogo, que permitan un acercamiento entre los distintos actores encargados de fortalecer la gobernabilidad democrática, y en los que podamos avanzar hacia una concepción común de lo que constituye información de calidad, que es el tipo de información, al fin y al cabo, de la que vive y respira una democracia sana.
Dentro de este contexto puedo asegurarles que la administración del Presidente Cortizo está comprometida con ese diálogo abierto y transparente, que reconoce su valor y asegura el respeto a los principios fundamentos de la democracia.
Durante el tiempo de pandemia no hemos estado exentos de reacciones ciudadanas como consecuencia de las medidas que tuvimos que tomar para garantizar la vida de la mayoría de los panameños. Logramos minimizar la cantidad de víctimas de este flagelo, y nada de lo que se ejecutó se hizo al margen de ese diálogo efectivo entre los diversos actores y el respeto a sus libertades.
Porque fui una actora directa de este proceso, les aseguro que las acciones emprendidas por el gobierno evitaron una convulsión social de dimensiones extraordinarias, como lamentablemente se ha visto en otras naciones hermanas. En ningún momento hubo restricciones a la libertad de expresión, y siempre se insistió en el diálogo con y para el pueblo como el único mecanismo válido para atender las demandas ciudadanas.
Todo ello, a pesar de la virulencia mostrada por algunos en las redes sociales y el descontrol de la información falsa. Como no podía ser de otra manera en los convulsos tiempos que atravesamos, el escenario comunicacional y mediático vivió una batalla de igual o mayor magnitud que la que libramos contra el virus mismo.
Afortunadamente, una vez más nuestro país ratificó su larga tradición de diálogo como la única manera en que todos los actores, incluyendo los medios de comunicación, la sociedad civil, el sector privado y el gobierno podemos entendernos, resolver nuestras diferencias y mantener el compromiso de custodiar la democracia y la libertad de expresión como bienes preciados de nuestra convivencia.
En segundo lugar, quiero destacar la importancia de establecer una relación de confianza entre los gobernantes, los diversos actores de la sociedad y los medios de comunicación. Una confianza que permita establecer y fortalecer los espacios de diálogo a los que recién hacía referencia y, a través de ellos, una gobernanza moderna, cercana, sincera y transparente.
La desconfianza ciudadana hacia formas tradicionales de gobierno y hacia una buena parte de la dirigencia sociopolítica de nuestros países está íntimamente relacionada con los cambios dramáticos que hemos sufrido, todos, en la manera como nos comunicamos entre nosotros y con el resto del mundo. Con la manera como publicamos información y la manera como consumimos información, desde una cadena de WhatsApp hasta un tweet de 140 caracteres, pasando por los omnipresentes videos de TikTok. Como escribió el gran intelectual canadiense Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”, y no cabe duda de que la era de los smartphones y las redes sociales, con su culto al entretenimiento, la superficialidad y la inmediatez, está íntimamente relacionada con el surgimiento de experimentos de gobierno, a lo largo y ancho del planeta, cuyos productos han resultado, y continúan haciéndolo, en nuevas formas de autoritarismo y francas amenazas a la democracia.
Hace exactamente un año, en un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se destacó que el 90% de los latinoamericanos ha dejado de confiar en sus propios conciudadanos, y es probable que la desconfianza en las instituciones y los actores socio políticos también se haya incrementado a niveles muy preocupantes. De ahí la necesidad de trabajar juntos, remar en la misma dirección y así poder reforzar los mecanismos que garanticen una rearticulación de todos los actores a partir de un diálogo y una confianza renovados.
En tercer lugar, y no menos importante que los dos conceptos anteriores, quiero resaltar la necesidad de promover la INNOVACIÓN como una constante en un mundo en cambio.
Estamos entrando en lo que algunos consideran la Cuarta Revolución Industrial, marcada por la hiperconectividad y por innovaciones tecnológicas que, tanto juntas como individualmente, tienen el potencial de reorganizar dramáticamente el mundo y, en consecuencia, nuestras vidas.
Sin embargo, los cambios viajan a un ritmo y una velocidad muy superior a la que muestran los gobiernos y sus instituciones, pero también los propios medios de comunicación tradicional, que se han visto obligados a realizar profundas transformaciones, muchas veces a la carrera y sin los recursos necesarios. El reto es hoy de dimensiones extraordinarias, no solo para mantener los principios y valores sobre los que hemos construido nuestros órdenes políticos y socioeconómicos, sino ya para distinguir entre verdades y mentiras, entre texto e imágenes reales o generadas por inteligencia artificial. Estamos comenzando a sentir los primeros temblores de lo que puede ser un terremoto no vivido desde hace 100 o 150 años. El nacimiento de un mundo nuevo, con todo lo que eso conlleva. Es, entonces, el deber de todos trabajar con la urgencia y seriedad que el momento requiere, para asegurar que el mundo que va a nacer, querámoslo o no, lo haga conservando en su núcleo más interno los valores que tanto costó, y a tantos, conquistar. Sería muy trágico que el progreso tecnológico nos volviera a sumir en la barbarie política.
Por eso, quiero señalar que la innovación debe ser promovida siempre enmarcada en los principios fundamentales de nuestros estados democráticos y, aún más importante, con la voluntad, disciplina y disposición de explorar sus ramificaciones éticas, sociológicas, culturales y políticas a todos los niveles de la sociedad. Debemos ser custodios de que, en cada uno de nuestros espacios, la innovación beneficie siempre a la mayor cantidad de personas posible, y sea siempre un instrumento correctamente utilizado.
No puedo finalizar esta intervención sin reconocer los peligros que siguen teniendo aun hoy, los periodistas que arriesgan su vida por la búsqueda de la verdad, muchas veces enfrentando conglomerados económicos y políticos como producto de su labor valiente y comprometida con los más altos valores democráticos.
América Latina continúa siendo una región donde el ejercicio profesional de las ciencias de la comunicación colectiva está amenazado, y ese es el reto más inminente de afrontar en un continente donde las cifras de desapariciones no deben seguir siendo un hecho irrelevante.
Hoy nuestro país reafirma su compromiso con la libertad de expresión, con el ejercicio profesional del periodismo y con el respeto a los derechos humanos.
Abogo para que este Foro Internacional sea un espacio propicio para valorar todas las oportunidades que se nos presentan, pero también, para atender sin más demora, los desafíos pendientes que también siguen amenazando la libertad de expresión y que ponen en peligro nuestras democracias.
Les deseo éxitos a los panelistas y estoy convencida de que, con la participación de lujo que tenemos hoy aquí, saldrán no solo buenas ideas sino también buenas alianzas para continuar fortaleciendo nuestros ideales.
Muchas Gracias.